Hace pocos meses se celebró los treinta años de creación de la Word Wide Web, la cual se puso en marcha en 1990 en la Organización Europea para la Investigación Nuclear, conocida comúnmente por las siglas CERN. Su inventor fue el informático inglés Tim Berners-Lee quién pretendía crear un sistema que permitiese a los investigadores del CERN, y de otras partes del mundo, compartir información de forma sencilla, de manera que, para poder trabajar con dicha información, no se requiera descargarla en sus computadores sino a través de enlazarla en los propios archivos compartidos.
La meta principal, detrás del invento de Berners-Lee, fue permitir la generación de referencias cruzadas entre documentos, lo cual implicaba que un usuario pueda estar leyendo un documento y, cuando así lo desee, también pueda acceder a partes interesantes de otro documento. La consecución de este proyecto fue el inicio de la gran red de información conocida como la Web.
Hoy, uno de los grandes retos es reducir las brechas entre los usuarios que están conectados y aquellos que no lo están, pues todas las funciones que implica la Web actual, como por ejemplo acceder a un trámite bancario, ir al cine, o hacer compras, entre otras, hacen necesario que la Web sea accesible a todo el mundo, es decir se impulse la igualdad y las oportunidades.
A pesar de las grandes ventajas que ha involucrado la Web, hace falta considerar algunos aspectos que requieren ser mejorados a fin de reducir el temor que causa su uso, especialmente por el manejo indebido que algunas personas le pueden dar. Un ejemplo de ello es la generación de negocios basados en publicidad sensacionalista, éstos funcionan mediante el clickbait, neologismo que puede ser traducido como “ciber-anzuelo” o “cebo de clicks”. Este tipo de técnicas muchas veces se llevan al extremo, sacrificando el interés del usuario y generando contenidos falsos o de mala calidad; este uso inadecuado de la información publicada en la Web puede terminar en delitos de piratería o acoso en línea.
Como lo enfatiza Berners-Lee, estos y otros aspectos requieren la generación de políticas que permitan que la Web actual se proyecte hacia un espacio que proteja los derechos y libertades de las personas y, al mismo tiempo, asegure que los mercados sigan siendo competitivos, pero no a costa de sacrificar los derechos humanos, la democracia o la seguridad pública.
La buena noticia es que organizaciones como la Fundación Web (https://webfoundation.org/) viene trabajando a través de coaliciones con una amplia gama de actores de gobiernos, empresas y la sociedad civil para generar un “Contrato para la Web” destinado a reconstruir la confianza en la red de información, comprender los problemas actuales y contribuir a la generación de cambios que se adapten a las realidades locales.