Autora: Angélica Ochoa Avilés
Un niño le pide a su mamá que le compre una “cola”, el papá opina: “Cómprale, yo no podía cuando era niño, que mi hijo se tome todas las que quiera”. Para contextualizar esta experiencia debemos entender los factores que influyen en las decisiones para elegir qué comemos. Algunos factores son propios del individuo, otros obedecen al entorno. Entre los factores individuales, están los conocimientos sobre alimentación, los hábitos, la inclinación a elegir alimentos sanos, las normas subjetivas, es decir aquello que es socialmente aceptable. Por ejemplo, si bien los adolescentes saben que comer un guineo es saludable, prefieren no hacerlo por vergüenza.
Foto: Dra. Angélica Ochoa, proyecto de investigación
Entre los factores del entorno, figuran la disponibilidad de alimentos, la influencia de amigos y compañeros, el marketing, los sistemas alimentarios y las políticas públicas. Al inicio del confinamiento por COVID-19, sentimos el impacto de la disponibilidad de alimentos o la influencia de las relaciones sociales, de un momento a otro resultó difícil adquirir alimentos y se anularon las posibilidades de salir con amigos o compañeros. Sin embargo, el marketing y las redes sociales siempre están presentes, varios estudios han demostrado que los niños que pasan más horas frente al televisor u otros dispositivos de pantalla consumen más bebidas azucaradas. Los datos demuestran que 10 multinacionales producen la mayoría de los alimentos ultra-procesados, es decir aquellos ricos en sal, grasa y azúcar que a simple vista no se puede reconocer sus materias primas (por ejemplo, sodas, snacks salados, galletas.). Al estar expuestos constantemente a anuncios y estrategias millonarias de marketing es más probable que consumamos alimentos no saludables. Peor aún, la industria alimentaria se opone activamente a las políticas públicas que promueven el consumo de alimentos saludables (por ejemplo: etiquetado de alimentos, impuestos).
Foto: Niños compartiendo su refrigerio - Créditos: Proyecto Escuelas Saludables en Latinoamérica, Departamento de Biociencias-Universidad de Cuenca.
Por lo tanto, la idea del padre de familia de que su hijo debe tomar “toda la cola que quiere” es el resultado de un proceso complejo. Las bebidas azucaradas son promovidas mediante agresivas campañas de marketing, adicionalmente, existen los medios y la disponibilidad de adquirir estas bebidas, creando un hábito en el niño que posiblemente se mantendrá en la edad adulta y causará enfermedades cardiovasculares. Un análisis hecho en escolares de Cuenca evidenció que 26% tenían los triglicéridos elevados, y 19% el colesterol alto.
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