Autora: Ximena Palomeque-Universidad de Cuenca
Cedrela montana luego de 15 años de plantación en pastizal en la Estación Científica San Francisco, Zamora Chinchipe.
Es muy común que haya iniciativas globales y locales para sembrar árboles con muchos propósitos como la conservación de fuentes hídricas, mitigar el efecto del cambio climático por su capacidad de almacenar carbono, embellecer parques y jardines, e incluso la siembra de árboles ha sido usada como una estrategia de muchos políticos para atraer la atención.
Las preguntas que surgen de estas iniciativas es ¿Qué especies estamos sembrando y en dónde?
Las evidencias indican que las especies de árboles difieren en sus requerimientos de luz, humedad, nutrientes, por tanto, no se puede pretender que los todos los arboles de todas las especies tengan éxito en cualquier sitio que se les siembra. Asimismo, hay que cuidar cuál es la procedencia de las semillas, pues es impensable propagar plantas con semillas del bosque seco y llevarlas al bosque montano, por citar un ejemplo extremo. Las semillas de nuestras especies contienen el material genético que hacen que las plantas puedan adaptarse a sus condiciones óptimas ambientales.
Otra pregunta que cabe hacerse es ¿por qué se prefieren las especies nativas y no las exóticas?
Las especies nativas en los diferentes ecosistemas no existen de mera casualidad, son el resultado de un proceso evolutivo constante y son potencialmente resilientes a los cambios. La materia orgánica que aportan a través de su material vegetal son el alimento de muchos macro y microorganismos, y por el proceso de descomposición devuelven los nutrientes al suelo. Además, los frutos de muchas especies son el alimento para aves y mamíferos, por tanto, su contribución al funcionamiento al ecosistema es fundamental; de allí que cuando se decida por la reforestación, se debe pensar en las múltiples funciones ecológicas que proveen bienes y servicios ambientales. El aspecto social, cumple un rol importante, pues son las personas de la comunidad quienes también intervienen en las decisiones de la selección de especies, son corresponsables en el cuidado y manejo de los árboles, y son quienes obtendrán los beneficios directos e indirectos como leña, madera, biodiversidad asociada y otros servicios ecosistémicos como: regulación del agua, que servirá para el consumo humano y riego, y esto tiene impacto positivo en la salud y calidad de vida.
Finalmente, la pregunta ¿Sembrar árboles es la solución a la degradación?
Sembrar árboles nativos puede ser parte de la solución, pero no es la única estrategia para combatir la degradación, mantener los bosques naturales a través de políticas integrales incluso es más barato que restaurar sitios degradados. Por supuesto, dejar que la naturaleza se regenere por sí sola, es otra forma, pero depende mucho de las condiciones específicas de cada sitio.
- Ayudemos a la naturaleza plantado las especies correctas en los sitios correctos.
- Seamos actores activos de la conservación de los últimos relictos de los bosques naturales
- Valoremos el esfuerzo de las comunidades locales que promueven la conservación y la restauración
Podocarpus sprucei, foto tomada en el 2018 en la parte alta del Machángara.
Sobre autor/a
Ximena Palomeque
Docente-Investigadora de la Facultad de Ciencias Agropecuarias de la Universidad de Cuenca.
Departamento de Recursos Hídricos y Ciencias Ambientales & Facultad de Ciencias Agropecuarias
Docente-Investigadora de la Facultad de Ciencias Agropecuarias de la Universidad de Cuenca.
Departamento de Recursos Hídricos y Ciencias Ambientales & Facultad de Ciencias Agropecuarias
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